Es una obra de Jacques-Louis
David realizada en 1784, unos cinco años antes
de la Revolución Francesa, a expreso encargo del rey Luis XVI con la
intención de que fuera una alegoría sobre la lealtad al Estado y por lo tanto,
al monarca. Más allá de esta intención original, se vuelve símbolo de los
ideales de la Revolución ya que encarnaba los valores morales de fraternidad,
deber y comunidad.
Se la considera un hito en la
historia del arte francés y suele tomarse como ejemplo o paradigma de la
pintura neoclásica.
Es propio de los artistas
neoclásicos rechazar todo lo que consideran frívolo (rococó y barroco),
representativo del Régimen, por lo que intentan aproximarse a las formas y
valores de la antigüedad clásica. Dos referentes inmediatos del cuadro de David
son el teatro de Cornaille y la pintura de Poussin. En el teatro se buscaba
temas edificantes, que realzaran costumbres y valores que el Antiguo Régimen
(el feudalismo con su monarquía) ya no poseía. Por otro lado, Poussin, artista
del siglo XVII, era tenido por la generación neoclásica como el gran modelo de
lo que debía ser la pintura: basada en el dibujo, la perfección de la línea,
con luz homogénea y blanca, con composiciones equilibradas sobre estructuras geométricas.
La historia se remonta a la
guerra entre Roma y Alba Longa en 669 a.C. que se resolvió mediante una forma
inusual de combate: tres campeones luchadores por el lado de Roma, los
Horacios, y tres campeones por Alba, los Curiacios. El drama radica en el hecho
de que una de las hermanas de estos últimos, Sabina, está casada con uno de los
Horacios y una de las hermanas de los Horacios, Camila, está prometida con uno
de los Curiacios. De esta manera, gane quien gane la batalla, ambas familias saldrán
perdiendo.
En la pintura podemos apreciar
los tres actos de la narración, bien marcados por los grupos de personajes y
por los tres arcos de la arquitectura de fondo: la declaración de guerra de los
tres hermanos (con su saludo romano de brazo extendido y palma abajo), el
juramento de fidelidad que les toma el padre sobre las tres espadas y la
desesperación de las mujeres.
La pintura neocláisica tiene por
norma diferenciar el espacio masculino del femenino. El masculino es el espacio
público, el de la guerra o el del trabajo; el femenino será siempre el del
hogar, la intimidad y sus labores, llorar a los caídos. En este cuadro, además
de las posiciones de cada uno, esta separación se nota también en los colores
usados para unos y otros y las poses (colores vivos, fuerte musculatura, porte
militar en los hombres y rostros pálidos y cuerpos decaídos de las mujeres
desesperadas). Todo esto ayuda a reforzar el heroísmo y el dramatismo del
juramento.
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